Precalentar el horno a 350 grados. Enharinar y engrasar un molde.
Cernir la harina junto con el polvo de hornear y la sal. Guardar.
En un recipiente grande colocar la mantequilla y batirla con el azúcar hasta obtener una mezcla cremosa .Una a una añadir las yemas, batiendo después de cada adición.
Alternando con el jugo de naranja añadir la harina. Batir a baja velocidad después de cada adición. Agregar la ralladura y mezclar.
Aparte, en un molde pequeño batir las claras a punto de nieve; añadirlas a la
preparación anterior y mezclarlas en forma envolvente.
Verter la mezcla en el molde y llevarlas al horno hasta que el probador salga limpio. Dejar enfriar y sacar del molde.
Para el Barniz:
1/2 taza de mermelada de naranja
2 cucharadas de agua
Rodajas de naranja, kiwi y frutillas
En un sartén pequeño mezclar la mermelada con el agua a fuego medio y dejar hervir. Retirar y barnizar el pastel. Decorar con las frutas.
1 libra de maíz morocho triturado (también se vende ya triturado (500 grs)
4 litros de leche
1 palito de canela
130 grs de pasas de uva
Canela en polvo
Preparación:
Hay que remojar el maíz de un día para otro con agua abundante, luego en olla a presión se cuece 10 minutos con poca agua, tiene que quedar tierno.
Mientras se hace el maíz, poner al fuego la leche con la canela y las pasas, cuando rompa el hervor agregar el morocho y dejar que espese
Poner el azúcar y seguir revolviendo hasta que se disuelva, servir bien frío con canela en polvo por encima. Es una postre típico ecuatoriano, se hace con el maíz morocho y leche, se sirve bien frío espolvoreado con canela en polvo y pasas de uvas.
Rallar al coco y licuar sacando las dos leches con un vaso de agua.
En una sartén colocar la segunda leche, la sal y los maduros en tajadas, luego añadir los camarones de río y dejar hervir hasta que los maduros estén bien cocinados.
A continuación colocar la primera leche del coco, hasta que espese un poco.
Deja que tu paladar disfrute... La gastronomía ecuatoriana se caracteriza por una gran variedad de sabores y aromas los cuales se funden en un elemento esencial llamado calidad. Esta cocina es una mezcla entre la tradición de sus antiguos pobladores y las culturas que con el paso de los tiempos han ido haciéndose un hueco en el territorio de este país.
Los ecuatorianos son muy dados a comer muchos bollos de pescado, de yuca, de camote además de deliciosos dulces como el de maní con miel o con harina de maíz. Entre los productos más utilizados por los cocineros de este país se encuentran los fréjoles, la patata y el maíz que son elementos primordiales en los menús diarios de los ecuatorianos.
Pero no sólo la gastronomía ecuatoriana se nutre de esos productos sino que la carne de cerdo o de pavo también suelen ser platos típicos en sus fogones. Si lo que queremos es conocer en profundidad los platos típicos de esta tierra deberemos probar el delicioso aguado que es un caldo elaborado con bolas de plátano verde.
Las empanadas de maíz, la guatita que es una especia de guiso hecho con vaca, los llampinchagos que son tortitas hechas con masa de patatas con queso y maní son algunos de los manjares que pueden catarse en Ecuador. Todo aquel que sea amante de platos fuertes deberá probar la fanesca que es una mezcla de diversos ingredientes entre los que se encuentran las lentejas, guisantes, fréjoles y maíz.
Antes de pasar a mencionar la exquisita cocina que puede degustarse en la zona costera de este país debemos hacer una parada para hablar de las diversas especias que llevan todos los platos ecuatorianos ya que sus habitantes suelen condimentar sus comidas con cilantro, laurel, ají, canela, albahaca, orégano.
Si pasamos a disfrutar de la cocina de la costa nos encontraremos con un gran surtido de mariscos, mientras que en la zona de montaña el mote que es una especie de maíz blanco suele aparecer en todos su menús como es el caso del cerdo al que se acompaña de dicho producto además de patatas, plátanos.
En lo referente al mariscos es el ceviche el producto estrella entre los pescados ecuatorianos, además de las reconocidas vieiras y camarones.
El ceviche de pescado está elaborado con gran cantidad de ingredientes entre los que se encuentran el pescado mahi-mahi, cebolla roja, jugo de limón, tomates, cilantro, aceite, sal y pimienta. Para elaborar este delicioso plato, los ecuatorianos trocean el pescado y lo dejan macerar durante una hora en el zumo de limón junto con la sal y la pimienta. Después le añaden un vaso de agua caliente y lo dejan enfriar para más tarde añadirle el aceite y el cilantro a lo que después se acompaña con tomate y cebolla.
Otra de las maravillas gastronómicas de la costa ecuatoriana es la cazuela de pescados que se compone de camarones, pulpo, cualquier clase de pescado, calamares, mejillones, plátanos, mantequilla de maní, cilantro, cebolla, pimiento, tomate, ajo, comino, achicote, sal, jugo de limón y la siempre presente pimienta. Para elaborar esta cazuela de pescados los grandes cocineros de este país licuan en primer lugar los plátanos con un litro de agua. Aparte cocinan en una cazuela a fuego lento un refrito con la cebolla, el pimento, el tomate... Al mismo tiempo dejan que junto con este refrito se cuezan los excelente plátanos. Después añaden la mantequilla de maní y el cilantro y cuando todo esté listo añaden los mariscos troceados que previamente han sido macerados con sal, pimenta y jugo de limón.
Cuando ya tienen listos todos estos exquisitos ingredientes lo meten al horno para después sorprender a sus comensales con el excelente sabor de esta cazuela de pescados que logra que todo aquel que la prueba llene de halagos al cocinero de tal manjar.
Después de hacernos la boca agua con este rico plato no debemos olvidarnos de las bebidas ecuatorianas entre las que destaca sobre manera la famosa chicha. Este líquido procede del maíz y para elaborarlo tiene que someterse a un largo proceso de fermentación para conseguir así su alta graduación alcohólica.
Para todo aquel que no le gusten las bebidas fuertes siempre puede decantarse por la chica de frutas procedente de las moras o del molle. Otra de las bebidas típicas del Ecuador es el denominado chuguarmishqui que procede del zumo del maguey.
Tras citar todas estas delicias ecuatorianas tan sólo nos queda decir que esta cocina es una mezcla de la más pura tradición ancestral de los habitantes de este país que se ha fusionado con los alimentos y costumbres procedentes de otros pueblos del mundo dando como resultado unos platos de excelente calidad debido principalmente a la calidad de sus materias primas y al saber hacer de los cocineros de esta tierra que saben mezclar a la perfección diferentes alimentos y especias que culminan en un extraordinario sabor y aroma que no dejan indiferente al viajero que visita este país.
Era una
pequeña casucha en las afueras de la ciudad.Un pequeño taller con unas pocas máquinas y herramientas, dos
piezas, una cocina y un rudimentario baño atrás. Sin embargo, Joaquín no se
quejaba, en estos dos años el taller de carpintería llamado “El Siete” se
había hecho conocer en el pueblo y él ganaba suficiente dinero como para no
tener que recurrir a sus escasos ahorros. Esa mañana, como todas, se levantó a
las seis y media para ver salir el sol. No obstante, no llegó al lago. En el
camino, a unos 200 metros de su casa, casi tropezó con el cuerpo herido y
maltrecho de un joven. Con rapidez, se arrodilló y apoyó su oído contra el
pecho del joven… débilmente, allá en el fondo, un corazón luchaba por mantener
lo que quedaba de vida en ese cuerpo sucio y hediente a sangre, mugre y
alcohol. Joaquín fue a buscar una carretilla, sobre la que cargó al joven.
Al llegar a la casa tendió el cuerpo sobre su cama, cortó las raídas
ropas y lo higienizó cuidadosamente con agua, jabón y alcohol. El muchacho,
además de su borrachera había sido golpeado con salvajismo. Tenía heridas
cortantes en las manos y en la espalda, y su pierna derecha estaba fracturada.
Durante los siguientes dos días, toda la vida de Joaquín se centró en la salud
de su obligado huésped: curó y vendó las heridas, entablilló su pierna y
alimentó al joven de a pequeñas cucharadas con caldo de pollo. Cuando el joven
despertó, Joaquín estaba a su lado mirándolo con ternura y ansiedad.
- ¿Cómo estás? – preguntó
Joaquín.
- Bien… creo… – respondió el joven
mientras se miraba su cuerpo aseado y curado
¿quién me curó?
- Yo.
- ¿Por qué?
- Porque estabas herido.
- ¿Sólo por eso?
- No, también porque necesito
un ayudante.
Y ambos rieron con ganas. Bien
comido, bien dormido y sin beber alcohol, Manuel, que así se llamaba el joven,
se fortaleció enseguida. Joaquín intentaba enseñarle el oficio y Manuel
intentaba rehuir del trabajo todo lo que podía. Una y otra vez Joaquín inculcaba
en aquella cabeza deteriorada por la vida transcurrida, las ventajas del buen
trabajo, del buen nombre y de la vida buena. Una y otra vez, Manuel parecía
entender y dos horas o dos días después, volvía a quedarse dormido o se
olvidaba de cumplir con la tarea que Joaquín le había encomendado. Pasaron
meses. Manuel estaba curado. Joaquín había destinado para Manuel la habitación
principal, una participación en el negocio y el primer turno del baño, a cambio
de la promesa del joven, de dedicación al trabajo. Una noche, mientras Joaquín
dormía, Manuel decidió que seis meses de abstinencia eran bastante y creyó que
una copa en el pueblo no le haría daño.
Por si Joaquín se despertaba en la noche, cerró la puerta de su habitación
desde adentro y salió por la ventana dejando la vela encendida para dar la
impresión de que se encontraba allí. A la primera copa la siguió la segunda, y
a ésta la tercera, y la cuarta, y otras muchas… Cantaba con sus compañeros de
trago, cuando pasaron los bomberos por la puerta del boliche haciendo sonar la
sirena. Manuel no asoció este hecho con lo ocurrido hasta que de madrugada,
tambaleándose hasta su casa, vio la muchedumbre reunida en su cuadra…
Sólo alguna pared, las máquinas y unas pocas herramientas se salvaron
del incendio. Todo lo demás quedó destruído por el fuego. De Joaquín sólo se
encontraron cuatro o cinco huesos chamuscados, que enterraron en el cementerio
bajo una lápida donde Manuel hizo escribir: “Lo haré, joaquin… Lo haré” Con
mucho trabajo, Manuel reconstruyó la carpintería. El era vago, pero hábil, y lo
que aprendió de Joaquín alcanzó para llevar adelante el negocio. Siempre sentía
que, desde algún lugar, Joaquín lo miraba y alentaba. Manuel lo recordaba en
cada logro: su casamiento, el nacimiento del primer hijo, la compra de su
primer auto…
A quinientos kilómetros de
allí Joaquín, vivito y coleando, se preguntaba si era lícito mentir, engañar y
prenderle fuego a esa casa tan bonita sólo para salvar a un joven. Se contestó
que sí, y rió de sólo pensar en la policía de pueblo que confunde huesos
humanos con huesos de cerdo… Su nueva carpintería era un poco más modesta que
la anterior, pero ya era conocida en el pueblo. Se llamaba Carpintería “El
Ocho”.
“Vale más hacer la cosa más insignificante del mundo, que estar media
hora sin hacer nada.”